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Apego: Aprende a soltar
4 Mar, 2015. 0 Comments. Crecimiento personal. Posted By: Raquel Sierra

A algunas personas les pasa más, a otras menos, y me imagino que habrá a quien no le ha pasado nunca. A mi me ha pasado varias veces. Y seguramente me volverá a pasar. Pero la última vez encontré una forma de encarar el apego que hizo que el proceso fuese más rápido y constructivo, así que me parece un buen tema para compartir.

Que es y cómo se manifiesta

Empecemos por el principio. Para mi el apego es una necesidad que grita si no puede ser cubierta. Necesidad de algo o de alguien. Imperiosa. Me imagino que no es lo mismo necesitar una droga que necesitar ver o abrazar a otro, y lo primero es mucho más complejo, pero también creo que los abrazos se convierten en droga cuando uno no sólo ama, sino que también necesita a esa persona por encima de si mismo. Y esta es la clave y el problema: por encima de uno mismo. Porque desear es natural y necesitar también, pero cuando necesitamos algo y no podemos aceptar el hecho de no tenerlo, o no logramos renunciar a ello, entonces hay tomate. Cuando quieres tener una relación con alguien que no te corresponde, cuando no puedes romper una relación aunque ya no estás enamorado o a pesar de que no funciona, cuando no puedes dejar de hacer algo que te daña… Hay mil ejemplos. Pero te apegues a lo que te apegues, siempre hay un denominador común. Tú ya no estás.

¿Y a dónde vamos cuando nos apegamos? A la periferia más absoluta. Cuando me ha pasado he sentido claramente como pierdo el centro y mi atención sale de mi para focalizarse en el objeto de apego. Entonces la cabeza busca maneras de satisfacer esa necesidad. ¿Para qué? Para no sentir lo que hay debajo. Ni más ni menos. No es verdad que necesitemos eso a lo que nos hemos apegado, lo que ocurre es que queremos escaparnos de sentir. No queremos aceptar la situación, porque aceptarla supone rendirse a lo que nos provocaría soltar. Y en esto encontré la solución.

 

Aprender a soltar

Porque a menudo escuchas: suelta, tienes que soltar. Y uno dice: ¡qué más quisiera! Pero no puedo, no lo consigo. Y no lo conseguimos porque el apego es una tapadera. Levanta la tapa y aguanta el tirón estando muy presente, a eso se reduce todo. Un día, hace unos años, estaba revuelta por un apego y mientras buscaba cómo entretenerme me quedé mirando por la ventana. Y me salió preguntarme: Raquel, ¿qué te pasa cuando esto no puede ser y te quedas quieta, sintiendo? Y lo entendí. No se trataba de evitar el objeto de apego como fórmula de desintoxicación y dejar pasar tiempo, que es lo que había hecho hasta entonces. Se trataba de pararme y sentir ese dolor. Sentirlo a fondo. En silencio. No sentirlo y dejar que la mente ladre. Sentirlo en profunda aceptación. Abrazándote. Diciéndote: eso que tanto amas y que ahora necesitas como una loca, no está. Pero yo estoy. Es como abrazarse a uno mismo. Como si tu conciencia abraza al dolor, a la niña pequeña, o como lo quieras llamar. Y cada vez que asoma el dolor, parar y sentirlo. Y abrazarte. No taparlo de ninguna manera, no distraerte. Dejar todo y sentirlo. Una y otra vez. Verás que no son tantas veces. Porque no estás sufriendo. No estás en dolor lamentándote de lo que pasa, o peleándote con ello, o soñando que sea de otra manera. No. Estás presente, sintiendo en silencio y a la vez dándote amor a ti mismo. Y entonces sí puedes soltar. Porque el vacío que has llenado con ese apego, lo llenas contigo, y esto lo cambia todo. Ya no lo hace el tiempo y la distancia. Quizás necesites distancia y tiempo, o no, pero en cualquier caso lo haces tú. Y lo haces mucho más rápido. Y además, creces.

En resumen, cuando sientas el apego y quieras distraerte y no sentir, o cuando estés a punto de caer en lo que sea que el apego te invita a hacer, párate, y pregúntate: ¿de verdad no puedo quedarme conmigo? Y si eliges quedarte, entonces siente, abrázate, acéptate, y acepta lo que hay. Verás que cada vez es más fácil, y también descubrirás que estar contigo es suficiente. Siempre lo es. Pero si hay dolor en medio preferimos pensar que necesitamos algo de fuera. Y si eliges no quedarte, acepta tu apego, sé consciente de que huyes de sentir, no te engañes. Y quizás descubras que quieres atravesar ese dolor y salir. O no. Pero al menos serás consciente, no te creerás ningún cuento, porque lo único imprescindible en tu vida, eres tú. Y puedes dejar ir todo lo demás y atravesar duelos razonables, no tragedias griegas, porque no te mueres, te refuerzas, te sientes cada vez más seguro, y te apegas menos. ¡O eso espero! La verdad es que no me he vuelto a apegar desde entonces, pero como siempre ocurre cuando trabajas algo, la vida no tardará en venir a mostrarme hasta que punto he avanzado. Así que ya os contaré.

Eagle

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About the Author

Raquel Sierra Soy actriz vocacional, de primer plan B elegí periodista y de segundo me descubrí como ayudante en los caminos. Siempre me ha gustado escribir y ahora me apetece compartir este hobby por aquí. Y lo hago sin filtros. Para lanzar sin pudor los relatos que tengo por los cajones desde hace años, los que vendrán, y mis visiones y opiniones sobre los temas que me interesan, sin azúcar ni sal. Seguramente también daré información útil, porque el pajarillo periodístico sigue trinando en algún lugar de la cabeza, y cada voz puede cantar, berrear, o hablar en balleno. Sin filtros, ¡qué placer!

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